Parábola del Buen Pobre
Un hombre muy pobre, en una de esas tantas noches de acostarse sin comer -ni él ni sus hijos- sale a la puerta de su casa para fumar un cigarrillo y tratar de olvidarse de todo. En esto estaba.
-¿Te gustaría ser muy, pero muy rico?, Satanás preguntó.
-¿Cómo para comprarme una casita aquí en la pobla?, preguntó a su vez Juan.
-¡No huevón!, te digo mucho dinero.
-¿Cómo para comprarme dos?
-Mucho más que eso.
-¿Una casa en el barrio alto?
-Más.
-Pero, para ser tan rico hay que trabajar demasiado, abandonar a la familia, ser muy inteligente y haber estudiado mucho.
-Pamplinas, hay buenas personas que son inteligentes, que han estudiado mucho y que trabajan mucho más que esos ricos, y sin embargo son pobres, y a veces más que tú.
-Entonces, ¿una docena de automóviles?
- Más.
-¿Algo así como para comprar Isapres, AFPs, empresas relacionadas con cobre, aviones, canales de televisión, aceros, electricidad, teléfonos, agua potable, etc. y conciencias?
- Veo que ya entendiste.
¿Y cómo lo hago?
-Como lo han hecho todos los que tienen mucho dinero. Este es el secreto, escucha bien, esta es toda la inteligencia que se necesita para ser un don señor:
- Compra barato y vende caro.
-¡Jamás! tiendas la mano para ayudar a alguien.
-¡Olvídate de tu familia!
-Si no puedes comprar barato o no puedes vender caro, ¡miente!
-Si no basta con mentir, ¡pisotea a los demás!
-Si no basta con pisotear, ¡estafa!, ¡traiciona!
-Si no basta con estafar y traicionar, ¡roba directamente!
-Si no basta con robar, encarcela al inocente y ¡quítale todo lo que tenga!
-Si no basta con encarcelar, ¡tortura!
-Si no basta con torturar, ¡mata!
-Si no basta con matar, asesina ¡y haz desaparecer el cuerpo!
-Si aun no es bastante, ¡hazte gobernante!
-Si todavía no basta, ¡conspira para desatar la guerra!
-Si a estas alturas todavía no estás conforme -con toda la riqueza que has acumulado- ya habrás aprendido qué otras cosas habrás de hacer para seguir aumentando tu fortuna.
-Pero, yo no quiero cometer tanta bajeza, tanta bellaquería, tanta vileza, yo amo y quiero amar a mi prójimo, ¿qué puedo hacer?, preguntó Juan.
-Seguir siendo pobre, ¡por huevón!
Fin
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